Pratyāhāra
La abstracción de los sentidos (interiorización), es el quinto aspecto del yoga.
Abstracción es la acción y efecto de abstraerse, lo que significa, que usamos la mente para separar las cualidades de un objeto y considerarlas de forma aislada unas de otras, o considerar el objeto en su esencia pura. Para ello prescindimos o hacemos caso omiso del resto de estímulos y solo tendremos en consideración el objeto o cualidad que interesa, ignorando el resto.
Patañjali describe el estado de Pratyāhāra al final del segundo Pada; Sutra II-54.
El Pratyāhāra prepara el Rāja Yoga formado por Dhāranā (concentración), Dhyāna (meditación), Samādhi (conciencia expandida). Algunos autores incluyen el Pratyāhāra en el Rāja Yoga y otros en el Hatha Yoga, la verdad es que esta en ambos. Como un yoga es continuación del otro, Pratyāhāra es justo el eslabón de la cadena que da esa continuidad para que Hatha Yoga y Rāja Yoga sean en realidad Astánga Yoga.
Al practicar técnicas de Pratyāhāra utilizamos la mente y la percepción de forma que se disocian de los canales sensoriales, retirando la conciencia progresivamente de las sensaciones del mundo externo y llevando la atención solo al interior. Lo que se puede hacer de forma progresiva, ignorando las percepciones externas y sensaciones físicas, pero poniendo la atención en la respiración. Poco a poco ignoras la respiración y llevas la atención a la mente, haciendo caso omiso a los pensamientos, imágenes, colores, sensaciones, y centrándote en el silencio interior. Para el principiante, esto puede ser muy confuso. Pero para el practicante experto, es como una puerta que le lleva directamente a Dhāranā, Dhyāna y samādhi.
La interiorización o Pratyāhāra es imprescindible para explorar el mundo interior. Al principio lo que llamamos técnicas de meditación son en realidad de Pratyāhāra. Al trabajar con prácticas de interiorización (Pratyāhāra) utilizamos la atención que sostenida o mantenida, nos lleva a la concentración (Dhāranā). La concentración mantenida el tiempo necesario nos abre la puerta al estado meditativo (Dhyāna), él que a su vez, nos llevara a samādhi (conciencia expandida).
Para practicar Pratyāhāra y profundizar en el interior de la mente debemos comprender algunas cosas.
En el mundo occidental en el que vivimos, tenemos la mente enfocada casi permanentemente al exterior, y respondemos o reaccionamos de forma automática a los estímulos del exterior, la mayoría de las veces sin procesarlos conscientemente. El procesamiento consciente se da en el interior, y solo descubrimos su existencia cuando un problema o emoción mantiene la mente dando vueltas sobre este, y nos absorbe. Provocando incluso, un ciclo vicioso, en el que el exterior solo agrava el malestar que percibimos en el interior.
El yoga nos enseña a entender la mente como dos dimensiones relacionadas, o dos aspectos de un único ser. Estas dos dimensiones o aspectos, el exterior y el interior, tienen una atracción constante de la mente. La dimensión o aspecto exterior atrae a la mente al mundo exterior o mundo de los fenómenos a través de los órganos sensoriales (vista, oído, olfato, tacto gusto).
La dimensión o aspecto interior es lo que llamamos el estado de conciencia perfecto. También ejerce una atracción constante en la mente. Queda oculta tras el ruido del mundo fenoménico, pues la vibración mental que produce nuestra mente a causa de nuestra sociedad, es burda, grosera, densa y la seducción de los factores externos muy fuerte. Esto impide percibir el mundo interior, y la sutil voz del ser interior no llega a ser escuchada. Lo que impide que desarrollemos el complemento que impediría el desequilibrio. Así, inconscientes, dejamos que la atención vague cautiva por los deseos, miedos, etc., con reacciones de atracción y rechazo y al final solo queda frustración. La persona pierde su centro de equilibrio mental. Y está el recuerdo de que “algo más” hay oculto en su interior, que sólo recuperando el estado de calma y disponibilidad natural podrá redescubrir.
Redescubrir el mundo interior, no es fácil al principio. Cuando el trabajo interior se inicia, cuando se empieza a intentar desconectar los órganos sensoriales para aislarse de estímulos externos, se produce una reacción en cadena. Por un lado, la mente parece estar más sensible a cualquier estimulo del exterior que se quiera ignorar, y por otro, empiezan a aflorar pensamientos y vivencias, recuerdos, etc. Un no parar de impresiones mentales provenientes del inconsciente o subconsciente, que parecen tener como objetivo que la mente no consiga el silencio interior.
El trabajo con las técnicas de Pratyāhāra tiene el objetivo de limpiar la mente de todas esas impresiones mentales. Se puede conseguir con paciencia, a través de la observación sin reprimir lo que observamos. Pero también sin que la observación se convierta en un dialogo mental, no debe haber ninguna interferencia en la observación de los procesos mentales, que debe ser pasiva, no debe haber identificación con lo observado.
La dificultad de mantener la observación atenta, mengua gracias a que previamente se ha practicado prānāyāma. El control de la respiración es un buen entrenamiento para la mente, ya que la prepara para las siguientes etapas.
Todas las técnicas de yoga tienen en común que son conscientes, ninguna se hace de forma mecánica. Y esa conciencia, esa observación de lo que se hace en el momento, se consigue a través de la atención mantenida.
Desarrollar la atención es una buena práctica, ya que es una herramienta imprescindible a utilizar en toda práctica de yoga.
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