Como ya hemos dicho, la palabra yoga se traduce como unión, pero también como disciplina. Y la disciplina requiere voluntad.
Trabajando desde nuestra parte física con el Hatha yoga, y desde nuestra parte mental con el Rāja yoga, conseguimos mantener desde la voluntad, una buena disciplina. Y con ello, un buen trabajo yoguico de crecimiento personal. Aunque a unos les cueste más que a otros.
Pero en el momento que entran en juego las emociones todo se va al traste. Toman el control de la mente, disminuyen o incluso anulan la voluntad, y por muy aplicados que hayamos sido en la teoría, nuestra vida se convierte en el caos. El poder de las emociones anula el poder de la voluntad. Y no hay teorías que valgan.
¿Cómo enfrentarnos a la vida cuando las emociones nos controlan y perdemos el norte?
El Hatha yoga y el Rāja yoga son muy útiles ante las emociones. De hecho, nos dan la base firme desde la que apuntalarnos. La práctica del yoga nos prepara física y mentalmente para sobrellevar las emociones y las situaciones que las provocan, pero es el Bhaktí yoga, el yoga de la compasión, el que te enseña a gestionar las emociones.
¡Cuidado, que nadie se piense que es coser y cantar!
El enfrentar las emociones es trabajo arduo, requiere mucha conciencia y voluntad. Y sobre todo querer cambiar uno/a mismo/a, aceptar a los demás tal como son y también aceptar los cambios de la vida. Con el Bhaktí aprendes sobre la aceptación, la entrega, el dar, el soltar, el desapegarse… El Bhaktí yoga te enseña que la vida “NO te da lo que tú quieres”, si no que “te da, lo que necesitas” para tu propio proceso de crecimiento. Y con el tiempo, puedes incluso llegar a comprender porque aquello que tanto querías y no conseguiste, simplemente no tenía que ser. Y en cambio, lo que recibiste, es lo mejor que te podía pasar. Aunque lo más probable es que durante un tiempo, más o menos largo, te resistas a aceptarlo
